Existe un viejo adagio en el fútbol que reza “Lo difícil no es llegar, sino mantenerse”. Esta contundente frase se usa para instaurar humildad en los jóvenes que están dando sus primeros pasos en el fútbol profesional ya que no es poco habitual que, ante sus primeros contactos con la fama y el dinero, pierdan el equilibrio emocional.
Sobran los casos de jugadores extremadamente talentosos que, por estar mal acompañados, terminan teniendo carreras mucho más fugaces que lo que sus condiciones innatas hubiesen hecho presumir. Y con esto vienen de la mano la frustración, el resentimiento y, en ocasiones, una vida (ya no sólo una carrera) tirada a la basura.
Por eso, la frase que da título a este artículo cumple la noble función de mantener a los jóvenes más talentosos con los pies sobre la tierra y aumentar, así, sus posibilidades de éxito profesional.
Dato mata relato
Podemos pensar que esta sentencia no es otra cosa que un relato con buenas intenciones, que quien tiene talento estará condenado a triunfar sin importar las circunstancias. Pero como dato mata relato, repasemos solo algunos números que avalan esta teoría:
De acuerdo a FIFPro, el sindicato internacional de futbolistas, menos de la mitad de los jugadores profesionales siguen siéndolo después de cinco años de actividad. Esto se debe a muchas razones:
Por ejemplo, mientras que en las ligas de primer nivel (como la Premier League inglesa o La Liga española) los contratos suelen tener una mayor duración y las carreras son más estables, en otras ligas menores los acuerdos entre clubes y futbolistas son mucho más efímeros. Esto se debe, naturalmente, a la inestabilidad financiera propia de las categorías bajas. Pero existen pocas ligas de alto nivel alrededor del mundo y en ellas no suelen encontrarse más de veinte equipos. Es decir que la cima del deporte más popular del mundo pertenece a sólo unos pocos individuos.
Además, el fútbol es un deporte propenso a generar numerosas lesiones en sus practicantes. Y un estudio del mencionado sindicato hace referencia a que un 13% de los futbolistas profesionales masculinos sufren lesiones de larga duración en sus carreras, lo que reduce su vida útil en este deporte.
Si a esto le sumamos la cantidad de jóvenes que pierden la cabeza antes los primeros flashes o sus primeros emolumentos importantes, resulta evidente que no estamos hablando únicamente del cuento del Cuco (en otros países, Coco o Cucuy) para asustar a los chicos y fomentar su buen comportamiento.
Nada hace fracasar tanto como el éxito
La verdadera moraleja detrás de la idea de que «lo difícil no es llegar, sino mantenerse» es que pocas cosas conducen a tantos fracasos como tener éxito. No porque el éxito sea malo en sí mismo sino porque, si no es abordado desde la perspectiva correcta, puede conducirnos a la sobrevaloración de nuestras capacidades, a hinchar nuestro ego y a abandonar, precisamente, lo que nos llevó a alcanzarlo en primer lugar.
Ya lo dijo el legendario entrenador argentino, Marcelo Bielsa:
Es un error pensar que para conservar un resultado hay que hacer lo contrario de lo que se hizo para lograrlo.
Un razonamiento lógico, de sentido común. Pero, como bien sabemos, el sentido común es, en ocasiones, el menos común de los sentidos. E infinidad de veces nos encontramos haciendo exactamente lo contrario a lo que nos hizo obtener un buen resultado en el pasado. Esto se debe a que la excelencia no es un evento, algo que podamos hacer una sola vez, sino un hábito.
Las mismas conductas que nos hicieron alcanzar una determinada destreza física son las que deberemos sostener para no perderla. Si construimos una bella familia en base al amor, la escucha y la empatía, no podemos simplemente darnos por satisfechos y decir «lo logré», porque en el momento en que dejamos de exhibir esas cualidades, las bases de la armonía familiar se empiezan a resquebrajar. Si construimos un negocio basado en la buena atención a nuestros clientes, el momento en que los asumimos cautivos y dejamos de atenderlos con el mismo interés se transforma en el momento en que comienzan a darle lugar a nuestra competencia.
Sé hiperrealista
La pregunta, entonces, es: ¿cómo sostengo el hábito de la excelencia? ¿Cómo hago para no marearme y confundirme ante las primeras señales de éxito? ¿Cómo hago para mantenerme en el lugar que tanto me costó ganarme, una vez que llegué ahí?
La pista la di hace algunos párrafos cuando declaré que dato mata relato. Cuando uno deja de contarse historias bonitas sobre sí mismo y, en cambio, se interesa sinceramente por progresar, se le abren de par en par las puertas de un éxito sostenible.
Se trata de reflexionar profundamente acerca de las acciones y actitudes que nos trajeron hacia el lugar de privilegio que estamos ocupando. Se trata, muchas veces, de preguntar a los demás “¿qué te gusta de lo que estoy haciendo y qué puedo mejorar?”. Y, con una actitud de aprendiz, afianzar lo bueno y mejorar lo no tan bueno. Escuchar consejos, preguntar a quienes ya transitaron el camino que estamos empezando a recorrer.
- ¿Tenés problemas con tu pareja? Sería una buena idea preguntar qué hacer a alguien que lleva 30 años de matrimonio.
- Si querés conservar a tu cliente más importante… ¿por qué no preguntarle cómo podés mejorar y qué es lo que más valora de tu trabajo?
- ¿Te gustaría desarrollar una cualidad que sentís que te falta? No estaría mal pedirle un consejo a aquella persona que la encarne mejor que nadie y que te despierte admiración.
Porque, a veces, el talento te alcanza para llegar al lugar que buscás, pero no para mantenerte. Ya lo dijo Pelé, el astro brasileño, cuyo talento difícilmente se pueda cuestionar:
El éxito no es un accidente. Es trabajo duro, perseverancia, aprendizaje, estudio, sacrificio y, sobre todo, amor por lo que estás haciendo o aprendiendo a hacer.
Y si lo dice el tercer mejor jugador de todos los tiempos… 🙂