El domingo 14 de Julio de 2024 no fue un domingo cualquiera. Por la noche europea se jugaba la final de la Eurocopa entre España e Inglaterra, mientras que durante la noche americana se jugaría la final de la Copa América, entre Colombia y Argentina. Así que los futboleros tuvimos una oportunidad única para empacharnos de nuestro deporte favorito.
Mi mujer ya sabe cómo es esto: generalmente antepongo los intereses familiares a mi pasión por los eventos deportivos, pero existen algunas excepciones no negociables, y esta sería una de ellas: era mi turno de disfrutar de dos de los eventos más importantes a ambas orillas del Atlántico.
Y así fue que, por la tarde argentina me dispuse a ver la primera de las dos finales, en la que España se puso en ventaja recién arrancado el segundo tiempo. No había pasado demasiado desde ese primer gol, que los españoles comenzaron a dilapidar cuanta oportunidad tuvieron de ampliar el marcador: Dani Olmo, Morata, Nico Williams, Lamine Yamal… parecían turnarse para errarle al arco. Y en medio de ese festival de goles desperdiciados, miré a mi mujer, que se encontraba a unos metros jugando con nuestra hija y le anticipé: “Se viene el gol de Inglaterra”. Su mirada, en una primera instancia escéptica, no tardó en transformarse en una de curiosidad cuando, sólo 6 minutos más tarde, Palmer sentenciaba el empate.
“El que sabe, sabe” pensé yo en un rapto de arrogancia. Pero, en realidad, lo que pasó no fue ningún misterio y yo no había tenido ningún mérito al predecir lo que ocurriría. Porque cualquiera que haya visto algo de fútbol a lo largo de su vida conoce a la perfección la máxima que dice “los goles que no hacés un arco, te los meten en el propio”. Y la final de la Eurocopa no sería la excepción.
No dejes pasar el tren
Esta máxima futbolera, tal vez una de las más infalibles, nos invita a pensar en todas aquellas veces que desperdiciamos las oportunidades favorables que nos presenta la vida.
Aplicarnos al estudio cuando todavía nuestros padres nos mantienen económicamente, sabiendo que aprobar es la única responsabilidad que tenemos. Aprovechar nuestro tiempo libre cuando todavía no tenemos hijos. Hacer todas las locuras que deseemos, mientras todavía somos jóvenes, nuestras obligaciones son pocas y nuestros cuerpos soportan la faena. Aceptar ese desafío que no estamos seguros de ser capaces afrontar, cuando alguien apuesta por nosotros y nos ofrece una gran oportunidad laboral.
La vida está llena de situaciones como estas, en las que se nos presenta una inmejorable oportunidad de sacarle el máximo provecho. Y, sin embargo, ya sea por miedo, pereza o desidia, muchas veces dejamos pasar el tren. El problema es que el tren no siempre pasa dos veces.
Y cuando esto sucede (o “no sucede”), aparecen los reproches y arrepentimientos. “Si tan solo hubiera…” nos decimos con frustración.
Apoyate en tus fortalezas
Es cierto que tanto en el fútbol como en la vida, la fortuna juega un rol determinante. Podemos hacerlo casi todo bien y, sin embargo, no conseguir los resultados que estamos buscando. En una cancha, el equipo rival también juega, el arquero contrario puede estar en su día de inspiración o, como muchas veces sucede, la pelota puede pegar en el palo y, en vez de entrar al arco, salir disparada hacia el lado de afuera. Siempre hay factores azarosos que entran en juego en cualquier actividad que realicemos.
Pero más allá de los factores externos, existe una estrategia que aumenta muchísimo nuestras posibilidades de éxito en cualquier proyecto que encaremos: apoyarnos en nuestras fortalezas.
Existen dos escuelas cuando se trata de elevar nuestro rendimiento al siguiente nivel y alcanzar los resultados que tanto buscamos:
- Están quienes sostienen que necesitamos que trabajar sobre nuestras debilidades y desarrollar aquellas competencias que hoy nos están faltando.
- Están quienes creen que una mejor inversión de tu tiempo y tu energía pasa por potenciar aquello en lo que ya sos bueno.
A mí me gusta más la segunda corriente. ¿Por qué? Porque coincido con Peter Drucker, el gurú del management, cuando dijo que:
No se puede construir desempeño sobre la base de las debilidades, y mucho menos sobre algo que no se puede hacer en absoluto.
Enfocarnos en lo que nos falta nos demandará enormes cantidades de energía, especialmente, cuando queremos desarrollar aquello que no se nos da bien. Trabajar sobre nuestras fortalezas, en cambio, nos permite construir sobre la base de lo que ya funciona, lo que a la larga tendrá un efecto multiplicador mucho mayor.
En el lugar menos pensado
¿Y cuáles son mis fortalezas? Pregunta poderosa, si las hay.
Generalmente, nuestras fortalezas se encuentran donde menos esperamos encontrarlas: en eso que nos sale con tanta facilidad que ni siquiera lo consideramos una fortaleza o una virtud. Son esas cosas que nos cuesta comprender que otras personas no puedan hacer porque a nosotros nos resultan tan fáciles que creemos que debería ser igual para todo el mundo.
Y una manera de descubrirlas es hacer una evaluación honesta de nuestros logros y buscar sobre qué se sustentaron. Por ejemplo, una excelente presentación puede basarse en un enfoque súper creativo, puede sostenerse en la profundidad del análisis del tema en cuestión o también en la capacidad de comunicar de forma clara y concisa nuestro mensaje. Encontrar los pilares que sostienen eso que te salió bien va a decirte mucho sobre tus fortalezas. Y si podés encontrar varios logros que se apoyen sobre esos mismos pilares, sin dudas vas a haber dado con uno de tus talentos.
Unos párrafos más arriba mencioné a la fortuna y esos eventos aleatorios que parecen interponerse en nuestro camino. Sin embargo, la suerte es ese lugar donde coinciden la preparación y la oportunidad. La última no depende de vos, casi siempre viene dada por tu entorno. Pero si estás listo para aprovecharla, duplicando tu foco en desarrollar tus talentos y virtudes, seguramente te encuentre preparado para ganar el partido.