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Porqué te cuesta tanto cambiar

Por qué te cuesta tanto cambiar

Se acerca el fin de año y, con él, la ya trillada frase que tantas personas se repiten así mismas, de forma explícita o tácita: año nuevo, vida nueva.

Son muchos los que abrigan la esperanza de que un paso de hoja en el almanaque les permita poner en marcha algunos de sus proyectos, deseos o iniciativas más anheladas. Desde cambiar un hábito hasta motorizar ese proyecto profesional tan postergado. “El año que viene empiezo”, se repiten una y otra vez.

Y lo más probable es que el año que viene, efectivamente, empiecen. Pero empezar algo no es lo mismo que darle continuidad… y, mucho menos, es lo mismo que terminarlo.

Y existe una razón poderosa por la que a tanta gente le cuesta consolidar los cambios que introducen en sus vidas en sintonía con el Año Nuevo. En este artículo, te lo cuento.

Culpá a la biología

El cerebro humano está compuesto por tres subsistemas que tienen diferentes “edades” evolutivas y que cumplen distintas funciones:

El sistema reptílico es el más básico y antiguo de ellos. Se trata de una especie de memoria ROM de las computadoras, que ya contiene cierta información “pregrabada” y que no podemos alterar voluntariamente. Este subsistema es el encargado de gestionar las funciones básicas que permiten que nuestro organismo funcione: nos despierta por la mañana, nos manda a dormir por la noche, le recuerda a nuestro corazón que debe latir o le indica a nuestra sangre que transporte oxígeno hacia las células, entre muchas otras cosas.

Por sobre el sistema reptílico, encontramos al sistema límbico, también conocido como el cerebro de los mamíferos. En este se alojan las emociones, es decir, que gobierna la reacción de lucha o huida, que es el mecanismo que se pone en funcionamiento cuando sentimos miedo. No pierdas de vista este concepto.

Por último, se encuentra el neocórtex, la porción más “joven” de nuestro cerebro. Físicamente, envuelve al resto y es la responsable de que los humanos seamos lo que somos. Regula nuestro lenguaje, nuestros pensamientos racionales y activa los procesos creativos. Sin el neocórtex, seríamos iguales a cualquier otro mamífero.

Lo cierto es que estos tres cerebros no siempre funcionan en armonía. Cuando querés hacer un cambio, tu organismo empieza a oponer resistencia. Esto es porque en el cerebro mamífero existe algo llamado amígdala, que dispara una alarma siempre que queremos cambiar nuestras rutinas y nuestros hábitos. Y cuanto más grande es ese cambio, con más fuerza se activará esa resistencia.

Se daría una secuencia más o menos así:

Cambio grande > Miedo > acceso restringido al neocórtex > Fracaso

Cambio modesto > Miedo obviado > neocórtex involucrado > Éxito

Algunas personas logran transformar el miedo en entusiasmo. Pero no todos somos capaces de hacer eso. Entonces, una solución razonable a este problema es abordar el cambio a través de dar pequeños pasos. Tan pequeños e insignificantes que podamos circunvalar nuestro cerebro mamífero para que nuestras acciones sean regidas únicamente por el neocórtex, nuestra capacidad de razonar.

Menos es más

La frase “año nuevo, vida nueva” acarrea una carga de expectativas enormes. Y tan grandes como ellas terminarán siendo las sensaciones de fracaso y frustración en caso de que no logremos consolidar los cambios que estábamos persiguiendo.

Mi propuesta, entonces, es que comiences el nuevo año con un mantra mucho más prometedor: menos es más. Sí, entiendo tus sospechas. Pero dejame explicarme:

Si querés introducir un cambio en tu vida, es importante que entiendas que, si ese cambio es muy grande, tu biología va a oponer resistencia. Al sistema nervioso le gusta el equilibrio. Entonces, para cambiar algo grande vas a tener que apoyarte mucho, demasiado tal vez, en tu fuerza de voluntad. Habrá días en que te va a ir bien y otros en los que no vas a querer saber nada con eso que te estabas proponiendo. ¿El resultado más probable? Que más pronto que tarde lo dejes a mitad de camino. Supongo que, si estás leyendo este artículo, alguna vez te pasó.

Proponete un cambio modesto que represente un paso intermedio hacia el lugar que querés llegar. Y cuando te sientas cómodo con ese cambio, cuando se haya transformado en hábito, vas a poder redoblar la apuesta y apuntar más alto. De a un paso por vez, pero un paso seguro que te sirva como plataforma para el siguiente.

No minimices la importancia de los pequeños pasos. “El diablo está en los detalles” dice la famosa frase. O, para ponerla de un modo un poco más positivo, Mahatma Gandhi dijo:

Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino

Entonces, recordá: “año nuevo, menos es más”.

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