Gol del honor
Expresión que hace referencia a un gol anotado por un equipo que se encuentra perdiendo por una diferencia considerable. Si bien no tiene impacto en el resultado final, mitiga la sensación de una derrota aplastante.
Pocos conceptos futboleros están sujetos a tanta controversia como el gol del honor. Están quienes sostienen que solo se trata de un inocuo maquillaje para un resultado humillante y también quienes lo consideran poco menos que símbolo de vergüenza, que solo agranda la derrota y la vuelve más rotunda. Y como todo en el fútbol, y en la vida, habrá tantas opiniones como personas en el mundo.
Pero me gustaría invitarte a observarlo desde una óptica opuesta al mero resultadismo. Porque “el gol del honor” puede dejar una huella mucho más profunda que sólo edulcorar una derrota.
¿Goleador de un torneo que perdiste? No, gracias
Nadie que comprenda que el fútbol es un deporte colectivo puede sentirse feliz por ser el máximo anotador de un torneo que no ganó. Basta con ver la cara de Kylian Mbappé durante la ceremonia de premiación del Mundial de Catar 2022: había sido goleador del torneo, había tenido un rendimiento superlativo durante la Final, anotando 3 goles y su penal en la definición a través de la pena máxima pero, a pesar de todo eso, no le alcanzó para ganar. Y su expresión no podía transmitir otra cosa que desazón.
Sin embargo, ser el goleador de un torneo en el que te vas derrotado también puede ser un triunfo, si te importa más el cómo que el qué.
Viajemos 8 años hacia el pasado al Mundial de Brasil 2014. Colombia quedó eliminada en la instancia de cuartos de final, luego de perder por 2 a 1 contra la anfitriona. El gol colombiano en dicho partido lo anotó James Rodríguez, quien por entonces estaba dando sus primeros pasos en el fútbol europeo y cuya carrera aún no había alcanzado la estatura que se le conoció después. Y ese mismo joven, por entonces de 22 años de edad, finalizaría dicho Mundial como goleador del torneo.
“¿De qué le sirvió?” se preguntarán los resultadistas. A nivel personal, le valió una transferencia al Real Madrid, pero esa es una victoria minúscula frente al impacto que ese partido y su extraordinaria campaña tuvo sobre una generación de jóvenes y aficionados futbolistas colombianos. Una inspiración que seguía viva en 2024, cuando Colombia accedió a la final de la Copa América y sus compañeros de equipo estuvieron dispuestos a morir en la cancha para regalarle el título a su capitán, quien para ese entonces ya era todo un jugador veterano. Los caprichos del fútbol decidieron que Colombia tampoco conquistara ese trofeo, pero la calidad y el virtuosismo del fútbol que exhibieron les augura tiempos muy felices, si se mantienen en esa senda.
Nacho, me decidí
Me gustaría compartir una vivencia personal:
En 2015 me formé como Coach Ontológico y, como parte del proceso de entrenamiento, tuve que organizar coloquios de aprendizaje: encuentros en los que yo, que estaba aprendiendo, debía enseñar a otras personas de mi entorno los conceptos que acababa de incorporar. Es que enseñar es una de las mejores formas de aprender.
Y así lo hice, invitando a amigos y familiares a escucharme hablar acerca de esos contenidos que tanto me gustaban y que cambiarían mi trayectoria profesional para siempre. Listo, un hito más cumplido en mi formación. O eso creí yo.
Entre los participantes de mis coloquios se encontraba una amiga del colegio secundario, que construyó una exitosa carrera como abogada y una hermosa familia y quien, por aquel entonces creía yo, venía a mis coloquios “para hacerme el favor de tener público”.
Pero en 2023 recibí su llamado y me dijo: “Nacho, hace 8 años que lo que aprendí en tus coloquios me viene dando vueltas en la cabeza. Antes no había podido tomar la decisión porque mis hijas eran todavía muy chicas pero ahora que crecieron me decidí: quiero estudiar Coaching. Gracias, Nacho… no sos consciente del impacto que tuviste en mi vida y en esta decisión”. Yo no sabía si me lo decía en serio o me estaba tomando el pelo. Pero a la luz de lo que siguió, cuando estudió Coaching Ontológico y Coaching Ejecutivo en las mismas escuelas que lo había hecho yo, no tuve otra opción que creerle.
La huella invisible
Las personas no tenemos ni la menor idea del impacto que podemos llegar a causar en los demás. Por una simple razón: todos somos diferentes y lo que para mí puede resultar normalito o hasta mediocre, para otro puede ser profundamente movilizante. No necesariamente por tener distintas aspiraciones o diferentes estándares, sino porque un mensaje solo puede ser escuchado cuando el oyente está listo para hacerlo. Y hasta la más trivial de nuestras acciones puede impactar profundamente en los otros.
Las personas tenemos ciertos patrones emocionales comunes. Todos venimos genéticamente programados para sentir miedo a las víboras o para llorar una muerte. Y también compartimos la admiración por el esfuerzo, por aquel que da todo de sí aunque no consiga los resultados que busca. Empatizamos con la persona que lo deja todo hasta el final, nos identificamos con su coraje y su tenacidad.
Porque un marcador de 5 a 1 en contra jamás será un resultado feliz para el perdedor. Pero luchar hasta el final contra una fuerza superior no es algo por lo que sentirse avergonzado. Por el contrario, es la muestra de un profundo deseo de superación, de no tirar la toalla ante la adversidad y de intentar, a través de una dolorosa derrota, de expandir los límites de nuestra (in)competencia. Y semejante actitud jamás pasa inadvertida para el testigo atento que, en ese momento, necesita de inspiración.
Ese es el sentido del gol del honor: el honor no está que tu marcador no haya quedado en cero. Está en dar lo mejor que tenés y, con ello, establecer un ejemplo para quienes te dan la autoridad de mostrarles el camino. Un rol que, muchas veces, desconocemos pero que no debemos subestimar jamás.