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Todos atrás y Dios de 9

Todos atrás y Dios de 9

Todos sabemos que hay veces que el partido viene torcido. Por mucho que te hayas preparado, las cosas parecen salir exactamente al revés de como las habías proyectado y todas tus expectativas se desmoronan como un castillo de naipes en medio de un tornado.

Esto puede sucederte dentro de la cancha, donde tu rival se muestra infinitamente superior a vos o cuando todo lo entrenado, simplemente, no sale bien. Pero también puede sucederte en la vida misma, cuando no prospera ese negocio con el que estabas contando para salvar el año, cuando un proveedor te avisa que no podrá cumplir con los plazos de entrega que comprometió, cuando tu equipo de trabajo es víctima de una seguidilla de contagios y te quedás con el 50% de tu staff en el momento más crítico del año. Sabés de lo que te hablo, ¿no?

Frente a esto, existen distintas estrategias que podemos adoptar. Pero, sin dudas, la que más chances te va a ofrecer de superar la crisis que estás transitando será abrazar la verdad. ¿La verdad? Sí, la verdad. Seguí leyendo que te cuento.

Ser feliz o tener razón

Hace algunos años, un amigo me hizo una pregunta que me cambió la vida. Le estaba compartiendo un altercado que había tenido con una persona muy querida para mí y defendía a ultranza mi postura en esa discusión. Fue cuando mi amigo me frenó en seco y preguntó:

Nacho… ¿qué preferís, ser feliz o tener razón?

Y por mucho que me guste tener la razón, siempre rankea por detrás de la felicidad.

Esa pregunta, entonces, me llevó a reflexionar sobre toda la energía que había gastado a lo largo de mi vida defendiendo causas y posturas que creía correctas. Y, en muchos casos, todavía siento que tenía razón en hacerlo. Pero también me di cuenta de que, otras tantas veces, lo que hacía no era otra cosa que defender un argumento que, en realidad, solo protegía mi ego y salvaguardaba mi autoestima.

Por ejemplo, si no prosperaba un proyecto en el que había puesto mucho empeño, me era más fácil buscar argumentos culpar a mi cliente en lugar de identificar los errores que yo había cometido y que me habían impedido conseguir lo que me proponía.

Lo cierto es que adoptar esa postura, aunque protegía mi autoestima, también me ponía en un lugar un tanto victimista, atribuyendo la responsabilidad de mis éxitos y fracasos al contexto, en vez de asumir una postura protagónica y de mayor poder personal. Pero esta segunda actitud, sin dudas mucho más beneficiosa, también requería del coraje de enfrentar la verdad. La verdad que me mostraba mis propias falencias, incompetencias y espacios de mejora. La verdad que me mostraba que, tal vez y muy a mi pesar, estaba jugando un juego que todavía me quedaba grande.

Un poquito de fe

Como decía al principio de este artículo, a veces el partido viene torcido. Y, en esos casos, lo mejor que podemos hacer es dejar de engañarnos a nosotros mismos: ¿será que el otro equipo es mejor que nosotros?, ¿será que no entrenamos lo suficiente?, ¿será que nos falta experiencia para ganar este partido?

En cualquier caso, mientras continuemos en el juego, hay una sola cosa que podemos hacer: enfocarnos en sacar el máximo provecho de nuestras ventajas y de los recursos que sí tenemos a nuestra disposición. Enfocarnos en nuestra propia capacidad del acción, al tiempo que aprendemos lo que necesitamos para superar la situación. Ya lo dijo la leyenda neerlandesa Johan Cruyff:

Si no puedes ganar, asegúrate de no perder.

Esto, claro, no nos garantiza el éxito, pero maximiza las chances de que un “golpe de suerte” termine haciéndonos salir vencedores de un partido que venía complicado.

A esta estrategia yo la llamo “Todos atrás y Dios de 9”, en honor a la canción homónima de la banda argentina de rock alternativo Los Caballeros de la Quema.

Se trata de cuidar lo que tenemos, de hacer nuestro mejor esfuerzo en aquello que sí está a nuestro alcance (“todos atrás”, a defender) y confiar en que, tarde o temprano, Dios, el Universo, la Providencia o la Buena Fortuna, como cada uno prefiera llamarlo, se encargará de meter el gol salvador que transforme esta crisis en una experiencia positiva (jugando de “9”, de centrodelantero goleador).

Y con “experiencia positiva” no me refiero a que las cosas siempre salgan como deseamos, sino que salgan del modo que “necesitamos” para garantizar nuestro desarrollo como personas y como profesionales. Se trata de tener un poco de apertura y, especialmente, de fe en que las cosas no nos suceden “a” nosotros, sino que suceden “para” nosotros. Un cambio de preposición que hace toda la diferencia, que encuadra los desafío de un modo mucho más constructivo y que nos permite seguir avanzando a pesar de los escollos que encontremos por el camino.

Ya lo dijo Martin Luther King Jr:

La fe es dar el primer paso, aun cuando no ves la escalera completa.

Es por ahí. Tengamos fe en que las cosas se acomodarán pero, mientras tanto: todos atrás, a cuidar lo conquistado.

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