“¡No la toques! ¡No la toques! Nooooooo…. ¡la tocó! Ya está, perdemos”
Existe una superstición muy fuerte en el mundo del fútbol que indica que aquel que toca la copa antes de que se juegue la Final de un campeonato, pierde. ¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra? Bueno, repasemos algunos casos para echar algo de luz a los más incrédulos:
En 2005, Liverpool remontó de manera increíble un resultado de 0-3 frente al todopoderoso Milan de Italia, durante la final de la Champions League. El partido se definió en los penales en favor de los ingleses después de un apasionante empate en 3. Algunas horas más temprano, Gennaro Gattusso, icónico mediocampista de los italianos, había tocado el trofeo antes del inicio del partido.
Lo mismo sucedió cuando durante la final de la Europa League de 2018, el francés Dimitri Payet acarició el trofeo antes de la final entre su equipo, el Olympique de Marsella y el Atlético de Madrid. ¿El resultado? 3-0 a favor de los españoles.
Y en Latinoamérica, el caso más reciente es el del brasileño Marinho, que tocó el trofeo antes de que Santos, su equipo, disputara la final de la Copa Libertadores 2020 frente a Palmeiras. ¿Necesito revelar quién no ganó?
Los muertos se cuentan fríos
Mito o realidad, detrás de la máxima que nos prohíbe tocar un trofeo antes de que se dispute una Final, se esconde un pedacito de sabiduría que podemos aplicar a otros ámbitos de nuestra vida. Se trata de no dar por ganadas batallas que aún no terminaron. Porque hasta que un partido no finaliza, siempre hay chances de que el resultado se tuerza en nuestra contra (o a nuestro favor, no seamos tan pesimistas).
Esto se observa mucho en el ámbito de los negocios y del dinero: recibís la confirmación telefónica de parte de tu cliente, asegurándote que acepta tu propuesta y que va a contratar tus servicios. Y a vos se te hace agua la boca y empezás, a los pocos segundos, a buscar en Internet todas esas chucherías innecesarias que vas a comprar con tanto dinero.
Pero pasan los días y el contrato nunca llega. Pasan las semanas y tu cliente deja de responder tus correos electrónicos y los mensajes que le enviás al teléfono celular. Te preocupás… ¿le habrá pasado algo? Pero a él no le pasó nada. Lo que ocurrió es que por un giro inesperado de los acontecimientos, ya no puede contratar tus servicios. Y sólo se atreve a avisarte (si alguna vez lo hace) dos meses después, poniéndote alguna excusa que salve su honor.
Pero en el mientras tanto, vos ya gastaste a cuenta y tu tarjeta de crédito está detonada. “¡Mi cliente me traicionó!” despotricás buscando un culpable. Pero seamos sinceros: fuiste vos quien tocó la copa antes de jugar la Final.
No te compres problemas que no necesitás
Me llevó un buen tiempo entender que esto era un problema para muchas personas. Tuve la suerte de ser criado en un hogar donde, desde chico, me enseñaron la importancia de ser responsable en el uso de mi dinero y eso me ha permitido no pasar nunca demasiados sobresaltos, si bien tampoco vivo en la opulencia. Mi coyuntura tiene más relación con una administración conservadora que con unos ingresos exorbitantes. De hecho, quizás este sea uno de los superpoderes que me ha permitido dedicarme a una actividad (el Coaching y el entrenamiento en empresas) que, por cuestiones estacionales, tiene temporadas de altos y bajos ingresos.
Pero el tiempo me demostró que lo que para mí era normal, equilibrar mi consumo a lo largo del tiempo y no gastar más de lo que gano, para muchas personas representaba el desafío más grande de sus vidas. Cuando tienen, viven a lo grande. Y cuando no, prácticamente comen raíces arrancadas de los árboles de la calle.
Con esto no me estoy refiriendo a las malas rachas que a todos, en algún momento, nos toca vivir. De tanto en tanto, nadie está exento de pasar por una tormentita financiera, por un momento en que, por la razón que sea, necesitamos ajustarnos un poco el cinturón. Lo que en realidad quiero decir es que muchas personas se colocan solitas en esa posición, siendo artífices de sus propias tormentas. Y, parafraseando al psicólogo canadiense Jordan Peterson, no debemos sufrir más que lo estrictamente necesario. La vida, de por sí, ya es lo bastante desafiante como generarnos problemas que todavía no tenemos.
Ecualizate
En términos del uso del dinero, ecualizarte significa no gastar más que lo que te ingresa. Y si tenés ingresos variables, hacer una planificación que te permita prorratear tu dinero a lo largo del tiempo. Hacer que dure. Para que nunca te falte nada o, si lo deseás, para poder ahorrar para tu futuro o para ese gusto con el que venís soñando: un viaje, un vehículo, un juguete tecnológico, una linda prenda de indumentaria. El dinero está para usarse en mejorar la vida. Sino, son solo papeles de colores.
Pero mejorar nuestra vida no es solamente tener todo lo que se nos antoja comprar, en el momento que se nos antoja comprarlo. También es no sufrir innecesariamente por falta de recursos. Porque es muy cierta la frase que reza “quién te quita lo bailado” y nadie te va a quitar el disfrute de ese gustito que te acabás de dar. Pero también es cierto que esa foto en la Torre Eiffel no compensa las noches de insomnio por no poder pagar la educación de tus hijos o cualquier otra situación similar.
Mucho mejor es ser paciente, gestionar tu ansiedad por tener tu objeto de deseo y confiar en que, cuando estés en condiciones de hacerte de él, va a ser porque te lo ganaste. Como cuando el árbitro da por terminado el partido y saliste vencedor. Ahí sí vas a poder tocar la copa por derecho propio. Y creeme que, aunque te tome más tiempo, tendrá otro sabor.