Cuando se trata de lanzarnos a algo nuevo, la “bibliografía” suele dividirse en dos bandos bien definidos: están quienes lo hacen contando únicamente con un único plan, apostando el todo por el todo a que funcione, y están quienes prefieren la precaución y tener un plan B, una vía de escape en caso de que las cosas no salgan como esperaban.
Si estás buscando dar un salto y dudás sobre qué abordaje tomar, espero que este artículo te arroje algo de luz sobre cada alternativas:
Conocete a vos mismo
Lo primero que necesitás saber antes de optar por cualquier de estos dos caminos es que ninguno de ellos es bueno o malo per sé, sino que te resultarán más o menos cómodos en función de tu aversión al riesgo.
La aversión al riesgo es la tendencia de una persona a elegir escenarios de baja incertidumbre, incluso si los resultados que puede esperar son menores a los de otros escenarios más inciertos. La aversión al riesgo explica que, si hacés una inversión, aceptes una ganancia menor pero más predecible, en lugar de otra mayor pero de dudosa concreción. También explica que te quedes en un trabajo que odiás pero te paga bien en lugar de probar otras opciones.
Todos tenemos una preferencia en relación a tomar riesgos que surgió, generalmente, del entorno en que fuimos criados y de las experiencias que transitamos a lo largo de nuestras vidas. Aunque, claro, ésta se puede mejorar y desarrollar. Si querés llevarte mejor con la incertidumbre y animarte a tomar más riesgos, podés descargar el Manual para tiempos de incertidumbre, un recurso 100% gratuito que ofrezco a mis lectores.
Pero, al final del camino, conocer hasta qué punto estamos dispuestos a tomar riesgos es el primer paso para elegir entre saltar al vacío con o sin red de seguridad.
Si preferís la seguridad
Muchas personas prefieren el camino de la seguridad, especialmente, si juzgan que sus responsabilidades (por ejemplo, familiares) son muy grandes. En esos casos, contar con un plan B puede ser una mejor opción para que lanzarse a un nuevo proyecto no se transforme en un sinfín de noches de insomnio.
¿Cuáles son las ventajas de tener un plan B?
- Flexibilidad: un plan B te proporciona opciones adicionales si las cosas no salen como se esperabas. En este caso, un error será un traspié y no una tragedia. No parece una mala estrategia si, por ejemplo, el sustento económico de tu familia está en juego.
- Reducción de riesgos: te puede ayudar a mitigar los riesgos de encontrar obstáculos imprevistos. No importa cuánta energía le pongas a tu planificación, la vida siempre te tendrá preparadas algunas sorpresas.
- Adaptabilidad: el mundo está en constante cambio y tener opciones alternativas puede ayudarte a adaptarte más fácilmente a nuevas circunstancias.
Cuando rendirte no es una opción
Soy de los que creen que quien no abandona nunca pierde. La mayoría de las cosas en la vida son “juegos infinitos” porque, a diferencia de lo que pasa en los deportes, no existe un punto en el que alguien pueda declararte ganador o perdedor. Mientras sigas jugando, es literalmente imposible perder. Si querés desarrollar una habilidad, siempre podés seguir intentándolo, no importa cuán desafiante te resulte. En los negocios, siempre podés buscar nuevas estrategias en la medida que tengas la forma de financiarlas. En una relación, hay tantas opciones de reflotar un vínculo que viene torcido como lo deseen las personas involucradas.
Apostar a ganador tiene sus riesgos, sin dudas, pero también tiene sus ventajas:
- Foco y compromiso: cuando solo tenés un plan, se acaban las excusas. O funciona o funciona y, para eso, vas a recurrir a todo tu ingenio y creatividad. Jim Rohn, el orador motivacional estadounidense, dijo una vez: “Si realmente quieres hacer algo, encontrarás la forma. Si no quieres, encontrarás una excusa”.
- Recursos limitados: dependiendo de los recursos que tengas a disposición, crear un plan B podría requerirte tiempo y esfuerzo que bien podrías asignar al plan principal.
- Autoconfianza: cuando confiás en el éxito del plan principal, no necesitás un plan B. Toda tu energía apuntará a ese proyecto que tanto te entusiasma y por el que estás dispuesto a darlo todo.
El enfoque equilibrado
Tal vez, para muchos la mejor opción se encuentre en un punto intermedio.
Un camino más equilibrado contempla lo que se conoce como la flexibilidad controlada, que implica contar con un plan B, pero que sólo se active en situaciones específicas o después de que ciertos eventos se concreten. Así, si ponés un umbral alto para que tu plan de escape entre en vigencia, vas a contar con muchísimas oportunidades de hacer funcionar tu primera opción antes de optar por la segunda.
De todos modos, la decisión de tener o no un plan B va a depender de tu evaluación de la situación y de tu propia filosofía de toma de riesgos. Y si no estás seguro de cuál es esta y necesitás ayuda para descubrirla, siempre puede resultarte útil discutir tus planes y consideraciones con coaches, mentores, amigos o colegas que te ayuden a evaluar, con una mirada fresca, cuál es tu mejor opción.