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Argentina ya ganó

No es este un mensaje triunfalista. Es un breve recorrido histórico y una reflexión personal acerca de los frutos del trabajo bien hecho.

El próximo domingo 18 de diciembre, Argentina se enfrentará a Francia en la gran final del Mundial de Catar 2022. Se trata del partido que coronará al monarca del fútbol mundial durante los próximos cuatro años.

Pero, para Argentina, ese encuentro no solo representará la posibilidad de terminar con 36 años de sequía mundialista, sino la frutilla del poste de algo mucho más grande. Algo que comenzó en silencio hace 28 años.

Corría 1994 y las Selecciones Juveniles de Argentina, alguna vez campeonas mundiales de la mano de Diego Maradona, transitaban con más pena que gloria los distintos torneos de los que participaban. Durante ese año, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) tomó una decisión poco habitual para una entidad siempre sospechada de manejos espurios: someter la gestión de las Selecciones Juveniles a una especie de licitación, una convocatoria abierta a la que cualquiera podría postularse.

Fueron varias las propuestas recibidas y, luego de analizadas, se terminó eligiendo la de un ignoto entrenador que se había desempeñado en las divisiones formativas de clubes como Chacarita, Argentinos Juniors y Colo Colo de Chile. Su nombre era José Pekerman y entre sus antecedentes se encontraba haber tenido que manejar un taxi para sostener económicamente a su familia. ¿Su propuesta? Un proyecto de largo plazo que volviese a las bases del fútbol argentino, un fútbol asociativo que preparara a los jóvenes para formar parte de la Selección Mayor.

Lo que nadie esperaba

Si bien el proyecto se planteaba un horizonte de trabajo de largo plazo, los resultados comenzaron a manifestarse de forma inmediata: un año después de haber iniciado el proceso, Argentina lograría conseguir el primero de los cinco títulos mundiales sub-20 que vendrían. ¿Dónde? En Catar, durante el Mundial de 1995. Sí, en Catar. Creer o reventar.

Ese primer hito se repitió tan sólo dos años después (Mundial sub-20 de Malasia 1997), de la mano de un equipo plagado de jugadores que luego se convertirían en estrellas. Sin embargo, lo que nadie sospechaba por aquel entonces era que ese plantel de jóvenes contenía la semilla de algo mucho más grande que se terminaría manifestando un cuarto de siglo más tarde. Porque dentro de aquel grupo se encontraban tres integrantes protagónicos del partido del próximo domingo: Lionel Scaloni (director técnico actual de Argentina), Pablo Aimar y Walter Samuel (dos de sus ayudantes).

El último mundial del milenio pasado, en 1999, no resultó tan exitoso para la selección sudamericana, pero dos años más tarde, en el mundial que se celebraría en Argentina en 2001, se volvería a repetir la gesta. En sólo siete años de trabajo, el proyecto del desconocido Pekerman había conseguido tres de los cuatro campeonatos mundiales sub-20 disputados.

Siempre cerca de la Selección

Pasado el Mundial de Argentina, José Pekerman dejaría su cargo en busca de nuevos desafíos, pero su metodología de trabajo perduraría y le reportaría a Argentina otros dos títulos mundiales, en Países Bajos 2005 y Canadá 2007. Mientras tanto, al padre de esta criatura se le ofreció un empleo como Director Deportivo en el Club Deportivo Leganés, de la segunda división de España.

Poco se supo de Pekerman durante los años siguientes, pero un día de marzo de 2004, mientras vivía en España, escuchó el rumor de que un chico argentino estaba haciendo estragos en las divisiones menores del FC Barcelona, un chico al que España quería nacionalizar y convocar para integrar su propia selección nacional. Su nombre: Lionel Andrés Messi.

Siempre cercano a la Argentina, Pekerman se comunicó de inmediato con Hugo Tocalli, su lugarteniente al frente de la selección sub-20, y lo urgió a que se organizara un partido para convocar a Messi y así “bloquearlo” y que no pudiese jugar para otro país. Y los dirigentes de la AFA, esta vez rápidos de reflejos, organizaron un ya legendario partido frente a Paraguay que terminaría asegurándole a Argentina contar con uno de los mejores jugadores de todos los tiempos.

El gran desafío y la oscuridad

Muy pocos meses después, durante ese mismo año 2004, llegaría para Pekerman la oportunidad de llevar todo lo construido a otro nivel. Marcelo Bielsa, entrenador de la Selección Mayor de Argentina renunciaría a su puesto, alegando falta de energías para continuar en el cargo. Y la silla vacante se le ofreció al artífice del proyecto más exitoso que del que se tenía memoria.

Se conformó una Selección Absoluta plagada de estrellas que habían integrado las diferentes generaciones de campeones mundiales juveniles. La mesa estaba servida para dar el gran golpe durante el Mundial de Alemania 2006.

Sin embargo, el fútbol tiene sus propios tiempos y sus propios caprichos, y el camino de Argentina llegaría solo hasta los cuartos de final, donde la anfitriona la eliminaría en la instancia de los penales.

Desde ese momento y hasta el año 2018, con el único paréntesis del Mundial de Brasil 2014, en el que Argentina tendría un gran desempeño de la mano del maestro Alejandro Sabella, la Selección Nacional entraría en una de sus etapas más oscuras. Varios entrenadores que no estuvieron a la altura, problemas organizativos propios de amateurs, finales perdidas por doquier, etc. Se había perdido el rumbo y, aquello que había construido Pekerman, pasó al olvido tan pronto como acabó su gestión en 2006.

Del pozo al podio

La eliminación de Argentina en el Mundial de Rusia de 2018 marcaría el fin de la generación de jugadores que habían salido subcampeones del mundo cuatro años antes. Muchos de ellos anunciaron su retiro de la Selección y ninguno de los muchos entrenadores argentinos de renombre internacional quisieron tomar las riendas del equipo. Es que se trataba de una papa caliente en la que había que renovar casi un plantel entero, sin certezas acerca de la continuidad de su estrella, Lionel Messi, quien ya había ingresado en su tercera década de edad.

En ese contexto turbulento, el destino hizo de las suyas: la Selección Argentina sub-20 había asumido el compromiso contractual de participar de un torneo en La Alcudia, España. Pero el equipo no tenía quién lo condujera y se le pidió a un tal Lionel Scaloni, miembro del cuerpo técnico saliente, si podía tapar el agujero. El joven e inexperto entrenador aceptó el desafío… y Argentina consiguió el título.

Este antecedente positivo les permitió a los dirigentes de la AFA tomarse con calma la búsqueda de un nuevo seleccionador para la Selección Mayor. Argentina tenía a un entrenador interino. Pero este entrenador tenía un as bajo la manga. Tenía un plan.

Pupilo de Pekerman, Scaloni convocó a otros de sus compañeros de aquel equipo campeón en Malasia 1997 y, a fuerza de excelentes resultados, logró ser ratificado en su cargo. ¿El plan que estaba llevando a cabo? Volver a instaurar la filosofía Pekerman, que tan exitosa había sido que hasta había sido imitada por potencias como Alemania e Inglaterra.

El resultado de su gestión no solo está a la vista sino que ya forma parte de la historia grande: guió a Argentina a obtener la Copa América luego de 28 años, nada menos que frente a Brasil en el Maracaná de Río de Janeiro, y volvió a ponerla en la gran final de la Copa Mundial, el próximo domingo 18 de diciembre. Justamente en Catar, donde esta gran historia comenzó. Coincidencias del destino.

Argentina ya ganó

Este recorrido histórico por las aventuras y desventuras de la Selección Nacional nos deja una gran enseñanza, si es que logramos abstraernos de la ansiedad y el entusiasmo que este Mundial nos está generando a los 45 millones de argentinos. Esa enseñanza es que el trabajo bien hecho, siempre rinde sus frutos, aunque estos tarden en llegar.

En Argentina, un país que se mete solito en una crisis tras otra, es muy común oír frases como “este país no tiene arreglo” o “si algo cambia, tal vez lo verán mis nietos”. Y, escudados en estos mensajes derrotistas, no hacemos lo que debemos hacer para terminar con nuestros problemas. La falacia de que no llegaremos a ver los frutos de nuestro buen hacer es lo que nos impide comenzar a transitar el camino que, indefectiblemente, los producirá.

Pero si algo nos enseña la historia reciente de la Selección de fútbol es que siempre vale la pena transitar el camino correcto porque los éxitos, al final, llegan. Es cierto que José Pekerman, el creador de esta maravilla, no pudo llevar a Argentina a ganar un Mundial de mayores. Pero son sus pupilos, quienes siguen sus mismos lineamientos, los que tienen la chance de lograrlo. Y, tal vez, me equivoque pero estoy seguro de que ser testigo de su legado debe representar una enorme gratificación y motivo de orgullo para Pekerman. Quizás, incluso, más que haberlo conseguido él mismo.

Hacer las cosas bien, proyectar a largo plazo y sostenerse en una línea, sabiendo que los resultados llegarán, es la maravillosa enseñanza que podemos aprender durante este Mundial que nos tiene tan ilusionados. Nunca es tarde para comenzar, ni para corregir los errores que hayamos cometido. Si, como sociedad, aprendemos que esto no solo se aplica al fútbol, Argentina ya habrá ganado. Sea cual sea el resultado del domingo.

Pero, como soñar no cuesta nada… ¡vamos muchachos! Que el domingo, cueste lo que cueste, tenemos que ganar.

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